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Nuestro Fundador

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Dr. Emiliano Crespo Toral (+)

Nació en Cuenca el 27 de Agosto de 1915 y fueron sus padres legítimos el Dr. Emiliano Crespo Astudillo, Médico y Dolores Toral Vega, cuencanos.

 

Fue el segundo de una larga familia compuesta de once hermanos que crecieron en la casa familiar construida por su padre en la Benigno Malo al lado del convento de las Marianitas, quien era muy entendido en cálculos matemáticos, al punto que cuando le preguntaban que cómo la había hecho sin ser ingeniero, respondía: 

 

«No hay que ser ingeniero sino ingenioso».

 

Su padre también se tomó el trabajo de enseñarle las primeras letras y como había traído del exterior unos discos de aprendizaje del francés, se los hacía oír para que familiarizara el oído a ese idioma, que llegó a dominar al igual que el inglés, pues tenía excelente memoria y era travieso, inteligente y vital.

emiliano crespo

Inició la primaria en la escuela de las madres dominicanas donde su tía abuela la madre María Astudillo le tomó mucho cariño. Ella sabía de música y después fue por muchos años Directora del Hospital de Gualaceo. Desde el cuarto grado estudió en la escuela de los Hermanos Cristianos y la secundaria en el Benigno Malo, destacando como buen alumno y mejor deportista pues jugaba fútbol, tenis, hacía ejercicios de barras en el gimnasio de Froilán Pozo.

 

Graduado de Bachiller en 1.933 siguió la carrera de Farmacéutico y para las fiestas en honor a una imagen de la Virgen de Mayo existente en la U. triunfó con versos marianos, anacrónicos pero muy hermosos. En 1.937 se graduó de Farmacéutico y al año siguiente le nombraron Director de la botica de la Asistencia Pública en Guayaquil con s/. 120 mensuales de sueldo.

 

Recomendado al hogar de su tío segundo el Dr. Darío Rogelio Astudillo Morales, quien alquilaba un departamento en 9 de Octubre y Boyacá, pronto se aburrió de la monotonía de la botica, donde debía despachar especialidades y remedios baratos a la gente pobre y gratuitamente entregar su ración diaria a los morfinómanos inscritos como lo disponía la ley y decidió iniciar estudios de Medicina, que le parecieron más llamativos y de intereses, pero no fue una decisión fácil porque la pobreza reinante en el país todo lo volvía difícil y comenzó una vida de sacrificios continuos en un departamentito del centro, haría prácticas en el Hospital General donde tuvo por maestro al Dr. Teodoro Maldonado Carbo y finalmente, tras lucidos exámenes logró el ansiado título de Médico y Cirujano el 18 de Noviembre de 1.942. Para entonces ya era novio de Maruja Russo Miraglia, natural de Orsomarso, Calabria, Italia, quien había arribado años atrás a Guayaquil con sus familiares y a quien conoció por ser vecina de una de sus hermanas.

 

En 1943 fue Médico del Asilo del Bien Público administrado por la Junta de Beneficencia e instaló su consultorio en Pedro Carbo entre Vélez y Luque. El Consulado norteamericano ocupaba sus servicios.

 

En 1944 contrajo matrimonio con su novia, viajaron a Cuenca en luna de miel y se instalaron al lado del consultorio. El Instituto de Asuntos Interamericanos le concedió una beca de dos años para especializarse en Boston. La beca consistía en S/. 60 mensuales para su esposa e hijita de dos meses de nacida, a pagarse en Guayaquil pues como ella era de nacionalidad italiana no podía ingresar a los Estados Unidos por la guerra. El recibía $ 40, alimentación, libros y matrículas. El consultorio fue alquilado al recién graduado colega Jorge Luis Auz.

 

En el «Boston City Hospital Children’s» permaneció hasta el año 1946 especializándose en la Rehabilitación quirúrgica, ortopédica y fisioterápica de la poliomielitis, con eminentes médicos que se convirtieron en sus amigos de siempre, porque con su trato sencillo, educado, suave, culto servicial, sabía ganarse las voluntades de todos por igual.

 

A su regreso con el título de Fellow en ortopedia, vivió con sus suegros en Chile y Aguirre, reabrió el consultorio y comenzó a operar en la Sala San Vicente del Hospital. En 1947 se cambió a un departamento de José Pappa en Junín y Córdova y fundó y dirigió el servicio de ortopedia y traumatología del Seguro Social en Guayaquil con S/. 350 de sueldo hasta que renunció en 1950 porque la administración descuidaba la entrega de los medicamentos necesarios.

 

En 1948 también fundó y dirigió el Servicio de ortopedia y traumatología del Hospital General que funcionó en la Sala San Jacinto y adquirió tal importancia que hubo que dividir la Sala en dos, una para servicio de hombres con Crespo y otra para mujeres, con Gustavo Arosemena Monroy. Allí trabajaba desde muy temprano por las mañanas.

 

En 1950, al salir del Seguro y quedarle las tardes libres, fundó la Clínica Crespo en una casita de propiedad de Rafaela Valdes Concha en Riobamba y Víctor Manuel Rendón. Después la cambió a Aguirre entre Chile y Chimborazo.

 

En 1953 la U. de Guayaquil le designó Profesor principal de Ortopedia y Traumatología, cátedras que desempeñó con pasión pues era perfeccionista, responsable y de gran obstinación. Para él no había caso difícil ni paciente pobre o malo y es fama que salvó a numerosas personas de quedar cojas y mancas, aplicando las nuevas técnicas quirúrgicas que aprendía cada dos años en los Estados Unidos, pues regresaba con su señora en múltiples ocasiones, invitado a Congresos científicos o al Boston Hospital.

 

En la década de los años 50 implantó quirúrgicamente las primeras prótesis de plástico, acero o platino, en personas ancianas, muchas de ellas menesterosas, que habían sufrido la rotura del hueso de la cadera, de la pelvis, de la cabeza del fémur y que estaban condenadas a permanecer esclavas a una silla de ruedas. Este adelanto científico revistió gran importancia en nuestro medio y estuvo acompañado de los modernos métodos de rehabilitación a los lisiados, a través de ejercicios, baños, masajes, uso de piernas y brazos móviles que también aplicó, ya que a consecuencia de la II Guerra Mundial se generó un gran interés en el ejército y los hospitales de los Estados Unidos para rehabilitar a los heridos con estas especialidades.

 

En 1955, ayudado por su señora, construyó un moderno edificio de seis plantas altas y cemento armado en la esquina de Machala y Hurtado. Trasladó su Clínica a los primeros tres pisos y ocupó otro con su familia. En 1958 comenzó a madurar el proyecto de una Sociedad Pro Rehabilitación de los LisiadosSERLI, para lo cual consiguió en donación un terreno municipal ubicado en Antepara y Bolivia, logró la venida de los primeros fisioterapistas profesionales, obtuvo fondos de diversas instituciones científicas alemanas y del Club de Leones de Guayaquil que tomó a cargo el proyecto. Personalmente dirigió los trabajos de construcción de los pabellones y practicó hasta el fin de sus días gratuitamente la Cirugía reconstructiva de los pacientes.

 

Fueron años de sacrificio constante en favor del bien común y como un San Vicente de Paúl redividido, acostumbraba salir por las noches a las calles a buscar cojos, mancos y tullidos, de aquellos que acostumbraban vivir de la caridad pública, para convencerlos de las ventajas de SERLI, y del uso de los tratamientos rehabilitorios gratuitos. Su hija Ada fundó por entonces la escuela «Lily Henriques» para los niños lisiados en su parte locomotora.

 

Ese año también comenzó a presidir la «Internacional Fellowship Inc.» para intercambio de estudiantes secundarios entre el Ecuador y los Estados Unidos. En 1959 concurrió al seminario de rehabilitación de lisiados en los países escandinavos, en donde realizó un estudio intensivo de todos los aspectos de la rehabilitación, fue miembro del Colegio Internacional de Cirujanos y representó a la Sociedad Internacional de Cirugía ortopédica y traumatología SLAOT, en el Ecuador.

 

En 1962 fue nombrado presidente de la Pan American Medical Asociation PAMA en el Ecuador.
Entre los años 64 y 66 presidió la Sociedad Médico Quirúrgica del Guayas. En 1965 la Sociedad azuaya Tres de Noviembre le nombró el mejor cuencano de Guayaquil, distinción que fue tan bien recibida que generó una serie de agasajos de parte de sus colegas, amigos y miembros del leonismo. Entre 1965 y 1967 presidió el Club de Leones de Guayaquil y ejerció la Vicegobernación de la región A del Distrito G del leonismo.

 

En 1967 fue designado Presidente Internacional de PAMA y le correspondió asumir, con otros médicos de Guayaquil, la dirección de la campaña sanitaria durante la epidemia de poliomielitis que atacó a la población infantil del Ecuador, especialmente a la de Guayaquil, dejando una dolorosa secuela de infantes y niños lisiados. Vinieron médicos del exterior con las vacunas necesarias que fueron suministradas con celeridad, de tal forma que en poca semanas se controló el brote y decayó la incidencia del mal. Al finalizar el año fue Vicepresidente del Congreso celebrado en Buenos Aires por la Asociación Médica Panamericana y con motivo de sus bodas de plata profesionales lo condecoró el gobierno nacional.

 

Esta fue su mejor época, pues había arribado a un plano internacional que pocos ecuatorianos han conquistado. Viajaba constantemente con su esposa, su presencia era requerida en foros y conferencias y su palabra escuchada con interés y simpatía. Dentro del convivir guayaquileño era una figura social de primera clase por sus conocimientos, porte distinguido y simpatía, y por su constante entrega al servicio social comunitario, que todos le reconocían. Quizá por eso era uno de los poquísimos vecinos del puerto principal sin enemigos ni mal querientes.

 

Por entonces, ocurrió que una señorita que se estaba bañando tranquilamente en Salinas, fue accidentalmente herida en un brazo por el motor fuera de borda de una lancha que pasó muy cercana a la playa. El brazo casi quedó seccionado y llevada de urgencia a la Clínica Crespo donde fue varias veces operada, quedando tan bien, que cuando el caso fue presentado en los Estados Unidos, los médicos se sorprendieron del trabajo, pues un asunto de tanta gravedad ameritaba la amputación inmediata.

Por eso dijeron que era un atleta de la medicina, en lucha constante contra la adversidad de sus pacientes, a quienes restauraba sus funciones.

 

En 1969, debido a su constante gestión, que rayaba en la necedad, consiguió la recreación de la Escuela de Terapia Física y Rehabilitación en la Escuela de Tecnología de la Facultad de Ciencias Médicas de la U. de Guayaquil y el presidente Velasco Ibarra le ofreció por dos ocasiones el Ministerio de Salud, que declinó para no entorpecer su labor en SERLI y el desempeño de sus cátedras, pues también dictaba Terapia ocupacional desde el 1968 en la U. de Guayaquil y el manejo de su clínica, que nunca descuidó. En 1971 fue electo Subdecano de la Facultad de Medicina de la U. de Guayaquil. En 1972 representórepresentó al Núcleo del Azuay en el Consejo supremo de la Liga Ecuatoriana Antituberculosa LEA. Siempre había sido parco en el cobrar y tantos trabajos terminaron por hacerle cerrar su Clínica en 1974, pues no tenía tiempo y puesto en el dilema de escoger entre el servicio social en SERLI y el negocio privado en su Clínica, se fue con lo primero, demostrando ser un patriota y un cirujano raramente altruista, casi un apóstol de su profesión.

 

En Enero de 1978, tenía planeado viajar a México con su esposa para el nacimiento de una nieta, y mientras construía una villita en Olón se le ocurrió recoger a los trabajadores y traerlos de vuelta a Guayaquil, a que pudieran votar en el referendum convocado por los dictadores militares.
El viernes 13 partió en su automóvil, durmió en Olón y al día siguiente sábado 14 manejando de regreso, al salir de la gasolinera de Santa Elena y por no atropellar a un muchacho que intempestivamente se le cruzó en una bicicleta, tuvo que hacer una maniobra forzada y el auto dió vuelta de campana.
Parece que la puerta de su lado se abrió, salió despedido y fue aplastado por el vehículo, falleciendo de contado. A nadie más le sucedió nada porque sus trabajadores ni siquiera sufrieron contusiones.

 

Su sepelio revistió gran solemnidad, tenía 63 años de edad, dejaba una viuda inconsolable, tres hijas hermosas y había demostrado un gran amor a Guayaquil y a sus clases desposeídas. En pocas ocasiones se registró tan masiva concurrencia de colegas y amigos. Varios oradores tomaron la palabra y por momentos ingresaron sus protegidos en SERLI con las diversas prótesis que él les había conseguido a través de sus contactos en el exterior y numerosas donaciones; y ocurrió que los dolientes se admiraron de su labor, tan copiosa, tan valedera.

 

Tuvo una sensibilidad social que raras veces se dá, producto de un humanismo elevado que le condujo a la poesía, a la buena música, a gustar la lectura y el estudio de libros de medicina escritos en italiano, idioma que también llegó a entender por su trato con los parientes de su esposa. Más que médico y cirujano, que también lo fue en grado superlativo, se le considera el introductor de su especialidad en el Ecuador -la ortopedia, la traumatología y la rehabilitación- y un hombre de ciencia y de gran corazón, en permanente servicio a los demás.